lunes, 24 de junio de 2013

Somos hijos del sudor.

Somos hijos del sudor, del calor de la tierra,
de los olivos verdes, de la dura faena.
Somos hijos de los ríos, que con el alma serena,
en el verano recorren tranquilos los surcos de nuestra tierra.
Somos espíritu errante, somos almas inquietas,
navegantes tierra adentro, buscando el dorado en la sierra.
Somos vino y guitarra, sopor y siesta,
somos fiesta y alegría, campana en toque de pena.
Somos tardes azules, en campas doradas e inmensas,
campas fértiles de trigo, de vid, de centeno, de avena,
campas mal repartidas, cuya harina nos fue ajena.
Somos aire seco en la era,
somos agua fresca en la alberca,
somos los hijos del sudor de la dura faena,
a los que hubo que alimentar a pesar de la pena,
del dolor, del calor de la tierra,
con espíritu errante, buscando el dorado en la sierra.

martes, 11 de junio de 2013

Habla la tarde.

Me habla la tarde serena y tranquila. Me está hablando.
A lo lejos suenan los sones metálicos del campanario.
Mi pueblo saluda a la tarde de mayo,
vestido de cal; impoluto y blanco.
Camino por la tarde azul de mayo,
dirijo mi camino al cementerio, templo del eterno descanso.
Visito a los que me amaron.
La tarde es de la luz, y de la luz es el camposanto,
tan tranquilo y callado,
cómo es de la luz mi pueblo, blanco y encalado.
Lanzo al aire una oración y un llanto silencioso y cerrado.
Me despido.
Camino brevemente hasta mi pueblo blanco.
Me despido de la tarde, agitando la mano.
La esperaré mañana para continuar hablando,
con mis pensamientos en la tarde de mayo.