Toca tu lira, romano,
tócala con indolencia.
Orgías de bizantinos
de vino, lino y seda.
Más allá de sus murallas,
paciente el bárbaro espera;
paciente sobre el caballo,
a que abra ya sus puertas
la inmortal Babilonia,
que blanca y desnuda espera.
No temas nada extranjero;
no temas cruzar sus puertas;
dentro no te espera Esparta;
dentro te espera Atenas,
esa que enseña a sus hijos
a reposar sin cautelas.
Esa que vive pendiente
de diamantes y de perlas;
la que su bienestar pone,
sobre espaldas extranjeras.
Gorda, ya, está la Atlántida;
su final está ya cerca.
Socavada por las hordas
de extraña sangre nueva;
que limpiarán sus ciudades
de inmundicias y vilezas;
que trabajarán sus campos,
con laboriosa firmeza;
que renovarán el flujo,
que corre por sus arterias;
que edificarán molinos,
y no pirámides petreas.
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