domingo, 25 de mayo de 2014

Hoy me habló el cielo.

Hoy, el cielo azul de mayo, me preguntó que me queda de allá, de mi tierra, de Extremadura. Me preguntó, qué que me arraiga allí. Me preguntó si me seguía sintiendo de allí. Le contestó la suave brisa del oeste, cuando en primavera viene cargada de lluvia y de olor a tierra mojada. Le contestó una vieja encina, rugosa, altanera y orgullosa, con la experiencia de cientos de años en sus ramas. El contestó el agua tranquila del Guadiana. Le contestó una vega fértil, una llanura inmensa poblada de maizales infinitos en una calurosa tarde de verano. Le contestó la niebla gris del otoño, ciega y húmeda. Le contestó un pueblecito tranquilo, una vieja iglesia, una pequeña plaza, unas viejas calles, unas gentes, la blancura de las casas.
Le contesté yo mismo: "No puedo ser de ningún otro sitio, aunque no vaya nunca más, aunque me ausentara de allí toda la vida.
Una cigüeña, que en el cielo me pareció ver volar, quizá hacia mi tierra, le confirmó mis palabras al cielo. 

lunes, 12 de mayo de 2014

Nunca me senté en la última fila del Cine Hollywood.

Camino por el Paseo, llego a la Plaza Mayor. Me detengo en el edificio del Ayuntamiento. Me asaltan los recuerdos. Allí, en los bajos, fui yo a la escuela. Hoy hay distintas dependencias municipales y una biblioteca. Entro. Aquello no se parece en nada a las antiguas aulas que nos acogieron de niños, con aquel olor a humedad, tan frías, con aquella pintura verde olivo, desconchada en los bajos. Salgo. Voy por la Travesía de El Llano hacia la Calle Grande. Me paro ante el edificio del cine Hollywood.
Es un edificio antiguo, de fachada encalada, desconchada por el paso del tiempo. La entrada sigue teniendo las mismas puertas metálicas, grises y pesadas, con aquellos grandes cristales. Por dentro, tras el cristal de la puerta, unas grandes persianas verdes, descoloridas por el tórrido sol de El Llano, impiden que nadie pueda observar lo que hay dentro. Encima de la puerta sigue estando el viejo cartel luminoso, rojo y blanco, descolorido, al que le faltan varias letras; C_NE HO_LYW_OD. Me vuelven a asaltar los recuerdos. La de películas que he visto yo allí. Aquellos Spaghetti Western; "Hasta que llegó su hora", "La Primera Ametralladora del Oeste", "El bueno, el feo y el malo", "Por un puñado de dólares"... Me vienen a la memoria imágenes, mías, de los chicos de la pandilla, haciendo cola ante la vieja taquilla, hoy tapiada, entrando luego en tropel a través de aquella vieja puerta, sentándonos en las primeras filas del cine. Las parejas de novios, se sentaban al fondo, porque eran novios y ya se figuraban todos que iban a todo menos a ver a Clint Easwood desenfundar su Colt 45. Nosotros, entonces unos chiquillos, soñábamos con llegar a ser como los mayores, tener un trabajo, una novia, comprarnos quizá una moto, y sentarnos con nuestra novia en la última fila del cine Hollywood, o pasear cojidos de la mano de ella por el Paseo, o por la plaza, y sentarnos en una terraza, y pedir un refresco para ella y una cerveza para nosotros, y que todos nos vieran.
Cambiaron los tiempos, cambiaron el tono de las películas. Llegó el "destape". Actrices nacionales enseñando carne. Qué si la Cantudo, qué si Barbara Rey. Esas películas las solían poner los domingos, en la última sesión. Miguel "Corrientes", el portero se cuidaba muy mucho de dejarnos pasar. "Tsss. E-e-ehta pe-pe-pe-lícula vusotro nnno la podei vé", decía tartajeando. Y no había manera de distraerlo, de pasar en un descuido, de alejarlo de la puerta del cine para poder colarnos. Miguel se ponía en la puerta, con su camisa a rayas, fumando su Celtas corto, mirándonos de reojo, hosco, desconfiado.
Vinieron los ochenta y en la cartelera del Hollywood no se anunciaba otra cosa que cine quinqui. "Perros Callejeros", "Deprisa, deprisa", "El Pico", "Navajeros". Todas ellas no aptas para menores de dieciséis años. Todas ellas películas nacionales. Barrero, el dueño del Hollywood decía que un cine de pueblo no se podía permitir el lujo de traer títulos como "ET", "Tiburón", o "Fiebre del sábado noche". Esas películas, si alguien las veía, era en El Monte, o en la capital. En los ochenta seguía "Corrientes" de portero,  en tan buena forma como en la década anterior. Fue la época en la que al Hollywood empezó a salirle competencia. El fútbol televisado de los sábados, y sobre todo la aparición del vídeo, se fue cargando poco a poco al viejo cine.
El Hollywood fue aguantando durante toda la década, perdiendo cada día más público, hasta que en el año 88, cerró sus puertas. Ya no iba casi nadie, y los títulos que se ponían eran anticuados, de muy baja calidad. Barrero se jubiló y decidió cerrar el negocio, el cual decía que era ruinoso de mantener porque apenas se sacaba para pagar gastos del dinero de la taquilla.
Yo por entonces tenía dieciocho años, y hacía tiempo que no iba al cine y la noticia del cierre del Hollywood no me cogió por sorpresa. Por entonces empecé a salir con una chica. Me di cuenta de que nunca me senté en la última fila del cine Hollywood con mi novia, como soñaba cinco o seis años atrás, y que ya nunca lo haría.
Pensando en esto, allí parado frente a la fachada del viejo cine, empieza a llover ligeramente. Camino hacia mi antigua calle, hacia la Calle Grande en busca de resguardo en el Casino. Pido un café. Empieza a llover con fuerza, una tormenta de primavera. Pienso otra vez en el viejo cine, ante él que estaba hace un rato; ahoa cerrado a cal y canto, deteriorándose día a día, poco a poco, con el paso del tiempo. Pienso que algún día vendré y me lo encontraré derruido y ocupando su lugar, habrá un bloque de viviendas de protección oficial o un supermercado,  y  nunca me habré sentado en la última fila con mi novia.
Para de llover. Sale el sol. Salgo del Casino a mi calle. Saludo y me saludan. La lluvia y el tiempo se llevan los recuerdos y los pensamientos del pasado; aunque estos no se llegan a borrar nunca del todo.

lunes, 5 de mayo de 2014

¿Norte o sur?

Somos un norte de un sur,
del que formamos parte.
Somos sur, 
de pensamientos aceitunados,
bajo capas de cal,
y de barro.
¿Somos sur?.

Somos norte.
Somos el norte del sur.
Somos el sur de ese norte,
impositivo,
inquisitivo,
frío y laborioso,
sin ídolos,
sin pasión,
sin envidias,
sin deudas de honor y sangre,
sin pensamientos aceitunados.

¿Somos sur o somos norte?
¿Somos los pobres del norte?
¿Somos los ricos del sur?

¿Somos olivo y romero?
¿Tomillo y centeno?
¿Vid y sangre?

¿Nieve en las cumbres?
¿Gris en las tardes?
¿Invierno perpetuo?

¿Qué somos?
¿Norte?
¿Sur?

¿Qué seremos?..