domingo, 30 de agosto de 2009

Nosotros somos.

Los que miran con esperanza al cielo,
los que de la madre tierra esperan
el maná, de nuestra prole sustento.
Nosotros somos.

Los que esperamos al mesías vuelto
a nosotros, que impregne de justicia
esta tierra tornada en infierno.
Nosotros somos.

Del paraíso inquilinos y dueños,
del tiempo y del trabajo esclavos,
del tren de la vida pasajeros.
Nosotros somos.

Los que nuestras cadenas romperemos,
y edificaremos en este valle,
de la paz y la justicia, el templo.
Nosotros somos.

martes, 25 de agosto de 2009

El poeta.


Ve la mies el poeta,
donde las espinas campan.
Ve el trino de un pajaro,
en un canto de chicharra.

En el rojo de la sangre,
ve el verde de la esperanza.
Las espinas de las rosas,
en su corazón se clavan.

La primavera florida,
es de sus versos morada;
y en ella canta a las flores,
a su tierra, a su amada.

Canta a las noches de mayo,
de estrellas iluminadas;
en las que reina la luna,
vestida de seda blanca.

Al final de su vida,
cuando su cantar se apaga,
canta con el pensamiento
hasta que el ocaso se haga.










miércoles, 19 de agosto de 2009

A una encina.




Manto verde que cubre los pechos
generosos de nuestra pródiga madre,
y la ensalzas en toda su belleza.
Eres tu, encina.

Pardo es tu cuerpo, como parda es
la tez de tus hermanos, a los que el
poeta cantaba, en su lengua parda,
pardas poesías.

Quiero, de ti, cerca estar en las tardes
de primavera, cuando la belleza
retorne a su morada, y quedarme
siempre contigo.

Quiero, bajo tus brazos, mirar a la
estrella del sur, que me saluda desde
el cielo de una noche de agosto,
y me protege.






El paraíso soñado.


Con el paraíso soñé
una noche de verano.
En el vi a los que se fueron,
a los que nos han dejado.

Vi un valle verde inmenso,
de un sol inmenso bañado,
vi a mi gente y mi casa,
mi río y mi pueblo blanco.

Vi a mi abuelo que cargaba,
la mies en su viejo carro.
Vi a mi abuela que bordaba,
con mi madre a su lado.

Vi a mi padre con su andar
cansado, tras el trabajo.
Vi a mi niñez lejana,
jugando en mi patio blanco.

Vi agostos de calores,
noviembres de agua y barro,
eneros de gris y niebla,
floridos meses de mayo.

Y pensé que el paraíso,
ese al que nos marchamos
cuando dejamos el mundo,
está en nuestro pasado.

En los momentos felices,
que trístemente añoramos,
a los que volveremos,
cuando llegue nuestro ocaso.




lunes, 17 de agosto de 2009

El río


Caminas lento bajo el calor del sur. Lento, como el labriego que tras luchar junto a la tierra, vuelve a su casa, cansado. Lento como el tiempo, en los pueblos blancos que vas dejando atrás, camino de la inmensidad del mar. Lento, como el invierno, frío y estéril; y en tus aguas, arrastras sonidos de jotas, de fandangos, de fado; de niños chapoteando en tu seno, ruidosos, jugetones. Pasas por mi pueblo blanco, camino de poniente, y cuando llegas a la atalya de piedra, a la ciudad guerrera, cambias tu camino, y te diriges rumbo al sur, y vas serpenteando entre gentes de distintas lenguas, que habitan una misma tierra, que miran hacia el mismo cielo azul. Y empiezas a andar más y más rápido, y llegas al mar, y te adentras en el, para renovar tu cansado y viejo cuerpo, para rejuvenecer tu alma y volver a ser ese niño jugetón que aparece y desaparece. Llega el otoño, y con el las nubes, y con ellas retornas a tu tierra, y retomas tu andar lento, y vuelves a dejar tras de ti los pueblos blancos, y vuelves a escuchar las jotas, los fandangos y los fados, y vuelves encontrarte con la atalaya de piedra una vez más, y vuelves al sur, y al mar...

viernes, 14 de agosto de 2009

El otoño.


Ya no cantan los poetas.
Sus voces se han acallado.
Las flores se marchitarán,
las flores del verde prado.

El otoño triste llegó
con su traje amarronado,
con sus fríos amaneceres,
con su tristeza cargado.

Las golondrinas se fueron,
la belleza se han llevado,
buscando en el horizonte,
el sur azul y dorado.

Quisiera yo poder irme.
Quisiera yo ser alado,
Quisiera surcar el cielo,
en busca del sur soñado.

Mi Pueblo


Mi pueblo nació en el sur,
entre cantos de gitanos,
bajo el turquesa del cielo,
bajo el lucero dorado.

Parece que lo estoy viendo
bajo el manto del ocaso,
en una noche de estío,
luciendo su cuerpo blanco.

Quien pudiera pueblo mío
estar ahora a tu lado,
viendo la vida pasar,
tras tus muros encalados.

Cuando la muerte me encuentre,
entre lamentos y llantos,
quiero que en ti me entierren,
para el eterno descanso.