martes, 29 de diciembre de 2009

Mediterraneo.

Asoma el día en el horizonte,
de azul turquesa se va vistiendo,
a juego con el mar cercano, con el
que se funde.

Apenas se vislumbra ya el alba,
y van apareciendo surgidos de
las tinieblas; olivos, matorrales,
huertas, cañas.


La huerta, con sus frutos, espera ya
a que, sobre ella, se incline la tez
morena y labore sus entrañas,
con su sudor.


El sol, sale, pausado por Oriente,
inundando con su luz todo el lugar.
Los huertanos, levantan su testa al
horizonte.


¿Quien habrá al otro lado de la mar?
¿Huertanos serán como nosotros?
¿Entre olivos, matorrales y cañas
se criarán?


Un cielo azul y plácido alumbra
el mar, con su mediterranea luz.
Una brisa suave acaricia,
sus orillas.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Libertad.

Mil pretendientes tienes,
mil, que perderte aguardan.
Son los que caricias te hacen,
disfrazando su cruzada.

¿Es que no los ves, Libertad?.
¿No ves sus siniestras mañas?
Con sus palabras y augurios,
velarte quieren la cara.

Los que perderte desean,
son los mismos que te alaban.
Quieren ponerte un yugo,
recubierto de oro y plata.

Vestidos de malas artes,
con la pluma y con la espada,
a tus hijos timar quieren,
esclavizando sus almas.

Álzate y lucha, Libertad.
Que el pueblo te lleve en andas.
Que tu virtud los venza,
en esta tierra de España.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Los Recuerdos.

Los recuerdos son tesoros,
que guardamos en el alma.
Son madreperlas, son oro,
diamantes de nuestra infancia.

Son ríos caudalosos,
con aguas de paz y calma.
Son hermosos valles verdes,
verdes como la esperanza.

Con mucho celo los guardo,
en mi mente como arca,
y de cuando en cuando los saco,
a la luz tenue del alba,

cuando, dormir no me deja,
el temor con sus andanzas.
Son bálsamos los recuerdos,
del espíritu, tisanas.

Son lo único que queda,
cuando el presente te ataca,
con su cruda realidad,
con su realidad mundana.

El Viento de Poniente.

Viento de poniente, húmedo y frío,
que a tu grupa me traes mis recuerdos
pasados por el tamiz del otoño
de mi vida.

Ya estás aquí, como cada invierno,
y envuelto en tu manto traes el olor
a romero y a tierra mojada
de mi pueblo.

Acompañando al solsticio invernal,
llenas las tardes con tu lluvia fina,
alejas de mis encinas la niebla
del otoño.

Si. Has venido ya, con tu humedad,
que anima al trigo verde y pequeño,
aún, en los campos a crecer, para
darnos su pan.

martes, 15 de diciembre de 2009

La Estrella del Sur.

Ya luce la estrella del sur,
ya luce en todo lo alto,
ya viene, ya, por levante,
ya viene, siempre en el sur.

Es invierno, compañera,
e inicias ya tu viaje,
de Este a Oeste, siempre
breve, mirando a mi tierra.

En mi pueblo blanco posas,
tus graciosas y brillantes alas,
lo sobrevuelas, y desde el,
cada noche me observas.

Hasta mañana, Estrella.
Confío en que cuides de
mi sur, de mi pueblo y gente.
Y de mi, si tiempo tienes.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Mérida.

Tu cuerpo petreo reflejas
en el inicio del alba,
en ese espejo tranquilo,
el espejo del Guadiana.

De piedra esta hecha tu piel,
de granito que se gasta,
con el correr de los siglos,
que en ti dejaron su marca.

San Servan es tu vigía,
vigía de corta distancia,
desde allí todo tu esplendor,
tu amplitud, casi se palpa.

Emérita por tus legiones,
por tus blasones, hidalga.
Hija de Capitolina,
de ella posees sus marcas.

Otros dos mil años, quiero,
verte como atalaya,
y ver tu reflejo quiero
al espejo del Guadiana.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Cielo de una tarde de invierno.

Tonos grises sobre el azul turquesa,
pintados con mano firme en lienzo
de invierno.

Ni Picasso, ni Sorolla, ni Miró,
alcanzaron nunca tanta perfección,
ni tanto arte.

Retrato de la tarde del invierno,
que cada nuevo día, se transforma,
se renueva.

Una nueva pincelada cada día,
gris oscuro en levante, poniente
gris más claro.

Azules turquesas de hoy, mañana
completarán el cuadro de las tardes
del invierno.

LLegó la noche, de matiz oscuro
vestida, cambiando el tono al cuadro
de la tarde.

lunes, 23 de noviembre de 2009

La Autodestrucción.

En medio de dorados campos,
de arcilla, sus pirámides
alzaron, los adoradores
del áureo dios de la molicie.

Tan eternos como el cordero
creyeron ser, mas modelada
de arcilla, como sus torres,
su soberbia cayó inerte.

Sus veloces caballos, pasto
no encontraron que llevarse a la
boca. Su oro, galopante
como el viento, desapareció

y se vino abajo con su dios
y su macabro credo, vano,
carente de toda humanidad,
agreste a la Madre Tierra.

Se acallaron sus músicas.
Sus macabras danzas, cesaron.
Desaparecieron ídolos,
en el fragor de su avaricia.

Sus oxidados cuerpos yacen,
quemados por el astro rey,
absorbidos por la natura,
contra la que hicieron la guerra.

Se desmoronaron sus torres.
Sus ídolos, su credo, su dios,
desaparecieron y fueron
pisoteados por los justos.

El Retiro.

Manto verde en el estío.
La opulencia de visón
viste, el invierno frío.

Bermejos peces deslizan,
en lo asemejado a un río,
sus corazas escamadas.

De infancia opulenta, gritos,
juegos, patines, en medio
del pulmón verde, retiro.

Fuera de el, ciudad cruel,
dentro, oasis del olvido,
en la tarde azul, tranquila.

Almas negras, muertos vivos,
los timbales hacen sonar,
para bajarnos del limbo.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Madrid.

Donde el ángel caído
reencontró su morada.
Donde se encuentra el templo
de la opulencia falsa.

Donde la virtud, tiempo ha,
fue vilmente desterrada,
por los maestres del mal,
arquitectos de la magia.

¿Quien te ha vestido, Madrid,
con seda tan desgastada?
¿Quien, con servilismo y maldad,
ha ensuciado tus jornadas?

Han construido pirámides,
en medio de tus corralas.
En nombre de la falsedad,
te han envenenado el alma.

Inhabitable te han hecho,
cosmopolita y rara.
Avanza su prosperidad,
robándote a ti tu gracia.

En mi vejez te diré adiós,
con la alegría de mi alma.
Tras haber sufrido en ti,
volveré a mi infancia blanca.

lunes, 9 de noviembre de 2009

La Danza de Sefarad.

Danza y danza Sefarad,
en un baile de disfraces,
de vino embriagada y ciega.

Danza, pese a su futuro,
de una vida a la intemperie,
pero danza y no para.

Danza, y en la danza deja
toda su mortal belleza,
que encanece sus cabellos.

Danza, sin mirar para atrás,
solo mira adelante,
con ojos marrones ciegos.

Cesa de danzar Sefarad,
ya no tocan los músicos.
Sefarad se tambalea.

Y en su vejez recuerda,
cuando de joven danzaba,
un son difícil de danzar.

martes, 27 de octubre de 2009

Nochebuena.

Amanece, fria y helada,
más corta se hace, la noche.
avanzando van los días,

En el cielo relucen las
estrellas como en ninguna
fría noche del invierno.

Cae la niebla gris, temprana,
como un velo de seda,
hasta la amanecida.

Todo se ve más mágico,
como salido de un cuento,
como salido de un sueño.

Al son de una zambomba,
una voz quemada, canta,
al calor de un fuego.

Y el aire huele a niebla,
a anis, a vino, a migas,
a hogar, a dulces, a paz.

lunes, 19 de octubre de 2009

A mi Inés.

Ojos de esperanza, verdes,
cubiertos de lágrimas
y esperanzados a un tiempo,
las más veces sonrientes.

A veces, miedo en tu mente,
a caminar por la senda,
a derramar en el surco
del futuro, la simiente.

Miedo a la vida, no siempre,
tu pesimismo perpetuo,
me hace cada nuevo día,
amarte y protegerte.

La Fe, es un tesoro inerte,
que recostado en su tumba,
silencioso y callado,
espera a que lo despiertes.

Gracias a Dios por tenerte,
voy a dar todos los días,
esperando que el tiempo,
haga que tu seas más fuerte.

martes, 13 de octubre de 2009

El invierno de mi infancia.

A leña de chimenea
huele el aire del invierno,
a frutos secos, a nieve,
noches grandes, días pequeños.

Huele a infancia, ya pasada,
por los raíles del tiempo.
El tren del que nos bajamos,
y al que nunca subiremos.

Huele a hogar y a ropa limpia,
a Navidad, al Año Nuevo,
a casa de nuestros padres,
al fuerte olor de un brasero.

El invierno de mi infancia,
de la que ya no soy dueño,
quedó en el camino largo,
de la vida y del anhelo

lunes, 12 de octubre de 2009

El Sur.

El que baila alegre danza,
bajo el cielo del verano,
que toca fuerte sus palmas,
que a Dios habla esperanzado.

Que en primavera sus galas
luce. Galas de oro y blanco,
que relucen como alhajas,
en un cuello aceitunado.

Que labora en tierra parda,
en mar de tono azulado,
tras paredes encaladas,
con mirar esperanzado.

El que mora en la cañada.
El que en valle ondulado,
saca el vino de la parra,
y riega con el su fracaso.

Madre España.



Madre España, ¡ay de ti!
Las tormentas te acechan.
Por tus valles campan,
los que perderte quieren.

Madre España, ¡ay de ti!
Tu fértil jardín caerá
en manos del demonio
del progreso y del oro.

Madre España, ¡ay de ti!
Desconfiada y alegre
ante el dorado Dios,
te has arrodillado.

Madre España, ¡ay de ti!
Las rosas de tu tronco,
cortarán, y robarán
tu agradable sabia.

Madre España, ¡ay de ti!
¿Que será de ti, madre
confiada, cuando tu
hermosura apaguen?

miércoles, 7 de octubre de 2009

La Procesión.

Ya camina el Nazareno,
por las blancas calles de mi
añorado y blanco pueblo.

Y yo no estoy allí para,
con mi alma, sentirlo y verlo,
y notar la primavera,

primavera de mi pueblo.
Y a la luz de las tinieblas,
ver a mi gente de duelo.

Jueves Santo, primavera.
Ya camina el Nazareno,
acompañado de velas,

de tambor a ritmo lento.
Acompañado de gentes,
cargadas de sentimiento.

Y lejos de allí, yo añoro,
no estar con el Nazareno,
no acompañarle en mi tierra,

de la que ahora estoy lejos,
de la que hace años me fuí,
caminando tierra adentro.

lunes, 5 de octubre de 2009

Anochece.

Cielo rojo de la anochecida,
nubes vestidas de blanco y bermejo.
Venga la noche, váyase el día.

La luna se asoma ya a lo lejos,
con su túnica blanca va vestida,
estrellas la acompañan en cortejo.

Los que desde abajo al cielo miran,
el espectáculo de arriba, desde el suelo:
-Si. Existe Dios, o alguien...-Musitan.

Arriba, de vestido cambia el cielo.
Abajo, la noche se torna tibia.
Despacio, van saliendo los luceros.

Las estrellas y la luna, ya desfilan,
Se va poniendo en marcha el cortejo,
que en la noche recrearán mi vista.

Metidos en la fiesta danzaremos,
una tierna y dulce melodía,
que será interpretada por el viento.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Días de escuela

Días de escuela, de infancia perdida en un tiempo lejano. Bajo el calor de la tarde primaveral, los niños sueñan con su libertad, entre las palabras doctas del maestro. Es una vieja escuela, de paredes impregnadas de humedad, llenas de los infantes, que mañana serán, o no serán. Fuera, en la calle, agenas a las palabras del maestro, las golondrinas cantan. Dentro, agenos a las palabras del maestro, los niños escuchan el canto de las golondrinas. El maestro, ageno a los cantos de las golondrinas y a los sueños de los niños, pide un poco de atención. El ambiente huele a libros, a tiza, a humedad, al humo del tabaco del maestro. Delante, en las primeras filas, se sientan los más aplicados, los menos soñadores, los poco traviesos. El resto se sienta atrás. El maestro los mira, y piensa en el mañana de los que tiene delante suyo. Piensa que ellos, serán labriegos, como sus padres, como sus abuelos. Piensa que ellas, encontrarán un labriego, para casarse, y el adiestrará a sus hijos, como intenta ahora adiestrar a sus padres, como adiestró ayer a los que hoy son padres de estos pequeños labriegos del mañana. Fuera, las golondrinas cantan.

Noche de agosto

En la noche de agosto vi a Dios creador,
con su benevolente inmensidad,
desde mi pequeñez y mi simpleza.

En la grandeza del oscuro cielo,
de años luz de estrellas iluminado,
danzantes como amazonas lejanas.

Me vi pequeño, estúpido, simple;
despojado de aires de grandeza,
bañado por una gran luna llena.

Sentí que era libre por una noche,
agradecí a Dios su generosidad,
hasta que el alba me apeó de mis sueños.

martes, 22 de septiembre de 2009

El invierno

Duro invierno que te adhieres a mi piel,
que sacas a relucir mi pobreza.
Como ladrón te introduces en mi ser,
y apenas molestas a los pudientes.

Viene el invierno y tiembla el mendigo,
que con su pobreza se defiende de el,
que con su miseria va a combatirlo,
que envuelto en su tristeza ante el caerá.

Aquí está, y tiemblan los desamparados.
De la cadena, los eslabones más
finos, indolentemente parapetados,
desterrados de la justicia humana.

Con tu frío aliento, apenas lames,
los gruesos muros de la avaricia,
cebándote de manera cobarde,
con los que esos muros cimentamos.

Muera el Invierno injusto y tirano,
llévese con el a su hermano Otoño,
a los pobres acuda el Verano,
y con su alegre rostro, la Primavera.

La noche

Marchó el día con su andar cansado,
con su candil apenas luminoso,
dejando en el cielo su estela roja.

Viene la noche con su manto negro,
a tapar del día los sinsabores,
las vivencias, las penas y alegrías.

La noche es una madre que todo
lo tapa, que nos consuela, nos mece;
en ella descansamos, olvidamos.

En sus brazos soñamos y amamos,
al calor de su regazo dormimos,
bajo su protección nos desarmamos.

Pero llega el alba, y silenciosa,
se marcha, nos abandona, y vuelve
el nuevo día que nos desvelará.

Y con el libraremos batalla,
y con el caeremos derrotados,
hasta que vuelva la noche con su paz.

domingo, 20 de septiembre de 2009

La mar brava

Arrastra nuestros sueños
y nuestras esperanzas.
Embravecida, bruta,
ciega, impenetrable.

Hacemos frente a ella
con nuestra frágil barca
construida con madera
del bosque de los sueños.

A babor y a estribor,
borda abajo caen,
siempre los otros caen,
pero nosotros nunca.

Pero cuando caemos,
con estupor oímos,
los lamentos de otros
que ayer cayeron.

sábado, 19 de septiembre de 2009

El tonto.

Allí viene el tonto. Con su andar raro, con su raro vestir, con sus gestos raros, con su raro hablar. Va calle abajo hacia la carretera donde los desocupados esperan el pan de hoy y el hambre del mañana. El tonto va hacia ellos, como un bufón va hacia la corte. Y ellos se rien del tonto, le hacen fumar colillas y beber culos de vino; le dan patadas y empujones, y el tonto para ellos es esa vida cruel que les da el trabajo hoy y les niega el pan mañana; es para ellos el patrón que les exige cada día más por menos; es ese hijo enfermo, esa madre muerta, ese padre tullido; es todos sus sufrimientos juntos, metidos en un tonto. Por eso le maltratan. ¿Y que otra cosa pueden hacer, mientras no haya justicia?

A mi abuela.

Iba con su pelo blanco,
siempre vestida de negro
La dureza de los años,
no amilanaron su cuerpo.

Dio vida a siete vástagos,
cuatro le sobrevivieron.
Y en la vejez de sus años,
dió vida a algunos nietos.

A veces pienso, llorando,
si de verdad existe el cielo,
allí estará descansando,
de tanta desdicha y miedo.

Se fue hace ya diez años,
diez años de recuerdos.
El tiempo pasa rápido,
y el desconsuelo muy lento.

El Mendigo.

Tarde fría de febrero. Cielo gris, plomizo, triste. La gente va como el agua en el río de mi infancia, en otoño, desbordando su cauce. Caen diminutas gotas de agua helada, casi nieve. Las baldosas rojas y blancas se tornan deslizantes. Y ahí esta el. Mugriento, aterido por el frío; bamboleante hacia adelante y hacia atrás, como uno de esos rabinos ortodoxos que hablan con Dios ante lo que queda de su templo en Jerusalén. Con su barba negra impresa en un rostro delgado, afilado; acompañados de unos ojos color azabache que miran sin ver. Su cara, se diría que es la misma que los artistas le pusieron a Jesús. Al Jesús milagroso, al Jesús misericordioso, al Jesús triunfante, al Jesús sufriente, al Jesús moribundo; a nuestro Jesús. Un hombre que pasa junto a el por el acerado de la calle de la gran ciudad, le mira curioso. El le devuelve la mirada. El hombre busca en su bolsillo unas monedas y se las da, y sigue su camino; y en su cara se mezclan con la lluvia fina y fría de la tarde unas lágrimas, mientras dice en voz baja: "Es El, que ha vuelto".

lunes, 14 de septiembre de 2009

El quesero

"¡Auiii quemoooo!". Ya viene el quesero. Con su carrillo chirriante y lleno de mugre; y de quesos. Ya viene el quesero con su raída chaqueta de pana, que como el, tanto ha vivido, tantas miserias ha pasado, junto a el. Ya viene el quesero, ataviado con su boina negra que nubla su pardo rostro. Ya viene el quesero, y lo llaman las mujeres que se asoman a la puerta de sus encaladas casas: "Ven quesero". Y el quesero va; y saca su vieja balanza; y saca su vieja navaja; y corta el queso; y lo pesa; y lo envuelve; y recoje el fruto de su sustento. Se va el quesero calle abajo; y sentado en el umbral de la puerta de su casa blanca y vieja, le sonríe un niño delgado y huérfano; y devuelve la sonrisa el quesero, que va calle abajo, con su carrillo chirriante lleno de quesos y de mugre y de pobreza; y grita: "¿Auiii quemoooo!".

El Infierno

Nos desterraron del paraíso,
nos regalaron el infierno.
Allí habitan nuestros hijos,
y allí lo harán nuestros nietos.

Allí cabemos todos: Píos
e impíos, vivos y muertos;
mujeres, hombres, viejos, niños;
los pacíficos, los violentos.

Su plaza allí tienen los ricos,
y allí su morada los necios.
Nunca, jamás en ningún sitio,
tantos hijos de Dios cupieron.

El hombre, el nieto del simio;
al que apartó Dios del averno,
miró al padre agradecido,
y en la Tierra creó el infierno.

viernes, 4 de septiembre de 2009

A mi abuelo.

El abuelo se marchó en
una noche de verano.
Me lo dijeron los chopos,
lo cantaron los pájaros.

El campo vistió de luto,
de luto vistió ese año,
cuando el calor de mi tierra,
acompañaba mi llanto.

"Yo quiero con el marcharme".
Decía desconsolado.
"No puedes con el marcharte".
Me decían entre abrazos.

Ya no me podrá tallar,
una billarda de un palo.
Ya no le acompañaré,
en esas tardes de mayo.

No saldremos jamás juntos,
a escuchar del río el canto;
ni en las tardes calurosas,
palpar el trigo dorado.

Emprendió viaje el abuelo,
¿Cuanto tiempo ha pasado?
Parece cosa de sueños,
el que se haya marchado.

Cuando quiero hablar con el,
espero a que venga mayo,
y oigo su voz en los chopos,
en el río, en los campos.

Siento su cara en el cielo,
y en el viento oigo sus pasos.
Y siento que el me acompaña,
en este camino amargo.

domingo, 30 de agosto de 2009

Nosotros somos.

Los que miran con esperanza al cielo,
los que de la madre tierra esperan
el maná, de nuestra prole sustento.
Nosotros somos.

Los que esperamos al mesías vuelto
a nosotros, que impregne de justicia
esta tierra tornada en infierno.
Nosotros somos.

Del paraíso inquilinos y dueños,
del tiempo y del trabajo esclavos,
del tren de la vida pasajeros.
Nosotros somos.

Los que nuestras cadenas romperemos,
y edificaremos en este valle,
de la paz y la justicia, el templo.
Nosotros somos.

martes, 25 de agosto de 2009

El poeta.


Ve la mies el poeta,
donde las espinas campan.
Ve el trino de un pajaro,
en un canto de chicharra.

En el rojo de la sangre,
ve el verde de la esperanza.
Las espinas de las rosas,
en su corazón se clavan.

La primavera florida,
es de sus versos morada;
y en ella canta a las flores,
a su tierra, a su amada.

Canta a las noches de mayo,
de estrellas iluminadas;
en las que reina la luna,
vestida de seda blanca.

Al final de su vida,
cuando su cantar se apaga,
canta con el pensamiento
hasta que el ocaso se haga.










miércoles, 19 de agosto de 2009

A una encina.




Manto verde que cubre los pechos
generosos de nuestra pródiga madre,
y la ensalzas en toda su belleza.
Eres tu, encina.

Pardo es tu cuerpo, como parda es
la tez de tus hermanos, a los que el
poeta cantaba, en su lengua parda,
pardas poesías.

Quiero, de ti, cerca estar en las tardes
de primavera, cuando la belleza
retorne a su morada, y quedarme
siempre contigo.

Quiero, bajo tus brazos, mirar a la
estrella del sur, que me saluda desde
el cielo de una noche de agosto,
y me protege.






El paraíso soñado.


Con el paraíso soñé
una noche de verano.
En el vi a los que se fueron,
a los que nos han dejado.

Vi un valle verde inmenso,
de un sol inmenso bañado,
vi a mi gente y mi casa,
mi río y mi pueblo blanco.

Vi a mi abuelo que cargaba,
la mies en su viejo carro.
Vi a mi abuela que bordaba,
con mi madre a su lado.

Vi a mi padre con su andar
cansado, tras el trabajo.
Vi a mi niñez lejana,
jugando en mi patio blanco.

Vi agostos de calores,
noviembres de agua y barro,
eneros de gris y niebla,
floridos meses de mayo.

Y pensé que el paraíso,
ese al que nos marchamos
cuando dejamos el mundo,
está en nuestro pasado.

En los momentos felices,
que trístemente añoramos,
a los que volveremos,
cuando llegue nuestro ocaso.




lunes, 17 de agosto de 2009

El río


Caminas lento bajo el calor del sur. Lento, como el labriego que tras luchar junto a la tierra, vuelve a su casa, cansado. Lento como el tiempo, en los pueblos blancos que vas dejando atrás, camino de la inmensidad del mar. Lento, como el invierno, frío y estéril; y en tus aguas, arrastras sonidos de jotas, de fandangos, de fado; de niños chapoteando en tu seno, ruidosos, jugetones. Pasas por mi pueblo blanco, camino de poniente, y cuando llegas a la atalya de piedra, a la ciudad guerrera, cambias tu camino, y te diriges rumbo al sur, y vas serpenteando entre gentes de distintas lenguas, que habitan una misma tierra, que miran hacia el mismo cielo azul. Y empiezas a andar más y más rápido, y llegas al mar, y te adentras en el, para renovar tu cansado y viejo cuerpo, para rejuvenecer tu alma y volver a ser ese niño jugetón que aparece y desaparece. Llega el otoño, y con el las nubes, y con ellas retornas a tu tierra, y retomas tu andar lento, y vuelves a dejar tras de ti los pueblos blancos, y vuelves a escuchar las jotas, los fandangos y los fados, y vuelves encontrarte con la atalaya de piedra una vez más, y vuelves al sur, y al mar...

viernes, 14 de agosto de 2009

El otoño.


Ya no cantan los poetas.
Sus voces se han acallado.
Las flores se marchitarán,
las flores del verde prado.

El otoño triste llegó
con su traje amarronado,
con sus fríos amaneceres,
con su tristeza cargado.

Las golondrinas se fueron,
la belleza se han llevado,
buscando en el horizonte,
el sur azul y dorado.

Quisiera yo poder irme.
Quisiera yo ser alado,
Quisiera surcar el cielo,
en busca del sur soñado.

Mi Pueblo


Mi pueblo nació en el sur,
entre cantos de gitanos,
bajo el turquesa del cielo,
bajo el lucero dorado.

Parece que lo estoy viendo
bajo el manto del ocaso,
en una noche de estío,
luciendo su cuerpo blanco.

Quien pudiera pueblo mío
estar ahora a tu lado,
viendo la vida pasar,
tras tus muros encalados.

Cuando la muerte me encuentre,
entre lamentos y llantos,
quiero que en ti me entierren,
para el eterno descanso.