lunes, 14 de abril de 2014

Un conjunto de lencería rojo, con puntilla.

El comisario Ahmed K. no salía de su asombro. Aquel día caluroso, parecía que iba a ser tranquilo. No lo fue. El primer caso con el que se topaba en aquella mañana en la comisaría, era uno de inmoralidad y escándalo público. Un tipo, un depravado sin duda, había sido detenido a primera hora de aquella mañana tan calurosa, vestido con ropa interior femenina; bragas, sostén y salto de cama, con puntilla. Bien es verdad que el tipo llevaba aquellas prendas encima de sus ropas de masculinas, pero no dejaba de ser una inmoralidad y un escándalo.
El detenido parecía completamente ido. Se descartó la intoxicación alcohólica y la intoxicación por algún otro tipo de droga, tras los análisis pertinentes. Los agentes Mahmud A. y Sulaimán R, estaban en este momento interrogando al detenido, sin haber podido lograr resultado positivo alguno, en lo que a la aclaración de los hechos se refiere. Ahmed K, solo sabía que en la mañana de aquel día, en sus primeras horas, alguien había llamado a la comisaría denunciando a un tipo, Rajiv V., que iba por la calle voceando palabras inteligibles y vestido con ropa interior femenina.
El Asunto sería enviado al juzgado por la vía rápida. Era lo preceptivo en casos de inmoralidad y escándalo público. Hurtos, robos, violaciones, asesinatos y demás delitos contra la propiedad y contra la vida de las personas, eran enviados por la vía lenta. Los acusados podían estar años en prisión preventiva a la espera de juicio. Así pues, Rajiv V, dentro de su desgracia, tendría suerte y recibiría los beneficios que podría otorgar la justicia rápida. Ahmed K. se dispuso a rellenar los formularios para trasladar el caso al juez, pero antes tendría que investigar el asunto. Mandó llamar a algún familiar de Rajiv V. Se presentaron sus padres, ya mayores, y sus hermanos. Estos informaron al comisario, sobre la situación que había llevado a Rajiv V, a salir a la calle vestido de aquella manera. Le dijeron que la mujer y los dos hijos mayores de Rajiv V, trabajaban como quien dice, de sol a sol, en una fábrica textil de las afueras de la ciudad, confeccionando ropa para una conocidísima marca de ropa extranjera. Sus salarios eran ínfimos. Pasaban calor. Pasaban hambre. Pasaban sed. Los familiares de Rajiv V, dijeron que la mujer y los dos hijos mayores de Rajiv V, murieron hace tres días, por causa de un incendio en la fábrica de ropa en la que trabajaban. La dirección de la compañía había ofrecido a Rajiv V, una indemnización de 400 dólares por la madre y 200 por cada uno de los hijos, muertos en el accidente. En total, 800 dólares. Rajiv V, se había enterado que 800 dólares era lo que valía un conjunto de lencería femenina fina en Occidente. Para la compañía, una persona adulta y dos niños, la familia de Rajiv V, valía lo que una mujer occidental pagaba por un conjunto de lencería fina, roja, con puntilla, para impresionar a su hombre en la noche de fin de año. Según sus familiares, esto impresionó mucho a Rajiv V, lo volvió loco, fue al edificio de la fábrica, ahora en ruinas, agarró un conjunto de lencería fina, roja, con puntilla, que encontró entre los escombros calcinados, se lo puso encima de sus ropas y salió a la calle con él puesto, diciendo a voz en grito "Esto es lo que vale mi familia para la compañía".
La madre de Rajiv V, implora clemencia al comisario Ahmed K, para su hijo. Le dice que tenga en cuenta que han muerto en el accidente la mujer de su hijo y dos de sus nietos, y que aún quedan dos hijos más pequeños, vivos, los cuales, al faltar Rajiv, su hijo, se tendrá que hacer ella cargo de ellos, y aún sin faltar su hijo, también. El comisario trata de consolar a la mujer. Le dice que se hace cargo, pero le informa que no puede hacer nada; su hijo ha sido detenido por escándalo público, por vestir ropa interior femenina en público. Él no entra en lo justo o en lo injusto de la situación. Él sólo sabe que tiene que mirar por la moralidad y las buenas costumbres. La mujer llora desconsolada. Su hijo está perdido.
El caso pasa al juez Nasrudín F. Alguien recomienda a los  padres de Rajiv V, que se busquen un abogado. Le recomiendan uno, pero los padres de Rajiv V, son pobres de solemnidad. En el barrio donde viven se hace una colecta y se recauda un buen dinero para contratar un buen abogado. Los pobres socorren a los pobres. Los padres de Rajiv V, recurren a Karim K, un joven abogado recién licenciado. No pueden permitirse otra cosa. Éste se muestra muy escéptico: Hay una compañía extranjera de por medio, que puede gastar en abogados algo más que lo que vale un conjunto de lencería roja con puntilla,  y hay que demostrar a toda costa que Rajiv V, no era consciente de lo que hacía. Hay que involucrar todo lo posible a la compañía extranjera en el caso, hay que buscar un buen psiquiatra que realice una exploración a Rajiv V y declare, y demuestre,  la locura del mismo. Eso costará dinero, mucho dinero. Quizá si pudieran sacar algo a la compañía extranjera...
Comienza el juicio. El fiscal presenta al comisario Ahmed K, a los policías Mahmud A y Sulaimán R y a varios transeúntes como testigos de la acusación. La defensa presenta a los padres de Rajiv V, al psiquiatra Mansur N y a varios vecinos y trabajadores de la fábrica incendiada, supervivientes del accidente que acabó con la difunta mujer de Rajiv V. Los policías trasmiten al jurado y al juez lo que vieron al detener a Rajiv V; un hombre completamente ido, con un conjunto de lencería fina, roja, con puntilla, encima de sus ropas de calle, masculinas. Los policías dicen que no consiguieron sacar nada a Rajiv V en su interrogatorio, siempre realizado bajo la perspectiva del respeto a los derechos del detenido, como no podía ser de otra forma. Nada saben del ojo morado que porta Rajiv V. Debió golpearse él mismo con algo, al forcejear con nosotros en el momento de la detención, informan. Los transeúntes que son requeridos a testificar tras los policías, poco aportan. Solamente que vieron al interfecto, el día de autos, totalmente ido, gritando cosas incoherentes contra una compañía extranjera, vestido con ropa interior femenina. La cosa les pareció escandalosa, así que llamaron a la policía, la cual se llevó detenido a Rajiv V. Nada más sabían.
Tras ellos, pasan a declarar los testigos de la defensa. Los primeros, los padres de Rajiv V, repiten su imploración de piedad por su hijo, el cual, está así, fruto de la impresión que le produjo la pérdida de su mujer en el accidente de la fábrica. El psiquiatra Mansur N, declara el estado de trauma mental del acusado, provocado sin duda por la pérdida de su mujer y de sus dos hijos mayores en el accidente de la fábrica, y más aún, por la ridícula indemnización ofrecida por la compañía al viudo, Rajiv V, aquí presente. El fiscal intenta desacreditar al psiquiatra Mansur N, presentado por la defensa. El fiscal, dice dirigiéndose al jurado, que aquí se juzga a Rajiv V por escándalo público e inmoralidad, y no a la compañía occidental para la que trabajaba la esposa de Rajiv V. Ese era otro juicio totalmente distinto a este. El abogado defensor; Karim K, protesta y dice que precisamente la inmoralidad de Rajiv K no sobreviene porque si, porque él fuera simplemente un depravado, sino por la impresión que le produjo la muerte de su mujer y sus hijos, y la posterior injusticia de la compañía para con ellos. Los dos, fiscal y abogado, se enfrascan en una larga y acalorada discusión, que es cortada por el juez, Nasrudín F. Suben al estrado los últimos testigos de la defensa, vecinos, amigos del acusado y ex compañeros de trabajo de su difunta mujer. Todos coinciden en que Rajiv V era un padre y un marido ejemplar, trabajador y buena persona, y que nunca antes le había dado por vestir ropas femeninas, ni por conducirse de forma tan poco decorosa.
El juicio queda visto para sentencia. El jurado se retira para deliberar. Cuando lo han hecho, tras varias horas,  el portavoz del mismo sube al estrado y declara a Rajiv V culpable de escándalo público e inmoralidad, aunque tiene en cuenta los atenuantes de locura transitoria producida por la pérdida de su mujer y por lo pírrico de la indemnización recibida de la compañía donde trabajaba su difunta esposa. El juez, Nasrudín F, ratifica la sentencia y recomienda internar a Rajiv V en un manicomio hasta su recuperación.
Poco a poco, a medida que transcurría el juicio, los medios de comunicación, al principio locales, luego nacionales y después internacionales, se han ido interesando por el tema. La revolución se ha extendido como la pólvora por la ciudad y por el país. Miles de personas salen a la calle, ataviados con ropa interior femenina, principalmente conjuntos de lencería roja, con puntilla, iguales al que llevó puesto Rajiv V, tras su enajenación mental y a los fabricados por su difunta esposa, de sol a sol, en condiciones penosas, en aquella fábrica. La policía apenas puede contener a la masa. Es imposible. Tendrían que detener a todo el país por escándalo público e inmoralidad. No habría comisarías, ni cárceles, ni tribunales, para tanta gente. El gobierno se asusta y ordena al tribunal supremo del país, que desdiga al tribunal local que ha condenado a Rajiv V y le declare inocente. La compañía textil, salpicada por el caso y en vista de la mala publicidad que se le está haciendo, decide indemnizar a Rajiv V y su familia con 8.000 dólares, el valor de 10 conjuntos de lencería rojos, con puntilla. Rajiv V, sale del manicomio donde lo habían internado. No dice nada. No piensa nada. Solo quiere volver a su casa, con su familia.
A la hora de la comida, el juez Nasrudín F, ve todo esto en el noticiero del medio día. Le molesta mucho que hayan desautorizado así una de sus sentencias.
A la misma hora, en su despacho de la comisaría, el comisario Ahmed K, también se dispone a comer, mientras ve las noticias por la tele. Piensa que una ola de inmoralidad se ha extendido por el país. Toda esa gente, protestando, portando conjuntos de lencería rojos, con puntilla. Donde se ha visto eso. La culpa la tienen esos malditos occidentales, y sus caprichosas mujeres. A quién se le ocurre, gastarse lo que él ganaría de comisario, aquí, en un año, en unas bragas, un sostén y un salto de cama, rojos, con puntilla. Están locos.


(Este relato pretende ser un homenaje a Franz Kafka. Solo lo pretende, espero que lo sea)


(A los que buscan la justicia en el mundo)