lunes, 8 de febrero de 2010

Poetas de España.

Le cantaron a los olmos,
a las luces de su tierra,
a sus murallas caídas,
retrepadas por la hiedra.

Desterrados muchos de ellos,
muertos de hambre y de pena,
los más, vilmente enterrados,
en olvido y en tristeza.

¿Quien te canta, España mía,
como hicieron tus poetas?
¿Quien te llora, madre España?
¿Quien, tu pasado, anhela?

Un poco de ti ha muerto,
muriendonos tus poetas.
Ya nadie tu cuerpo viste,
versado en lino y seda.

Tus valles, antes tan verdes,
tristes, son ya de cuaresma.
Tus villas, tan orgullosas,
son recintos, ya, de pena.

¿Quien cantará a Castilla?
¿Quien dará vida a sus piedras?
¿Quien ensalzará la vida,
como lo hacen los poetas?

sábado, 6 de febrero de 2010

Dignidad.

Levanté la vista, y vi mi casa,
mi familia, mi amor, mi tierra;
mi vida entera, mancillada, muerta.
A los pies de ellos.

Mi dignidad y mis sueños, robaron.
Mi humana resistencia y mi altivez,
burlaron, desde su altísima ara.
Y no hice nada.

Vi sus malvados ojos mirándome.
Con su mortal y sublime avaricia,
me redujeron a simple ceniza.
Yo lo sabía.

Me quitaron el nombre de persona,
me desprendieron de mi hábito.
Solamente me quedó sobrevivir,
de sus migajas.

Con la palabra como fiel escudo,
y con la pluma como fiel espada,
estoy presto, por fin, a combatirlos.
Pero ya es tarde.

Es tarde para todo, para nada.
Para escribir versos en blancos folios;
para adornar con flores las palabras.
Para la lucha.

Y sin embargo nosotros luchamos,
con la única arma que sabemos,
con la única arma que tenemos.
Nuestra dignidad.

viernes, 5 de febrero de 2010

Los Sueños.

Sueños de blanca noche,
de mal augurio hartas.
Visión de nubes negras,
que el futuro poblaban.

Imperios, antes caídos,
de vidas relajadas;
en mi mente renacen
como enturbiadas aguas.

El hombre, al que Dios creó
a su fiel semejanza,
tropieza más de una vez,
en la cruel infamia.

Roma, Bizancio, Grecia,
enterrados en lava,
con sollozos avisan,
sollozos que no apaga,

el paso de la historia,
esa que el tiempo guarda.
Historia que repetimos,
con suprema prestancia.

Hija es la necedad,
hija de la ignorancia.
La que a la tumba lleva,
nuestra cruel arrogancia.