domingo, 25 de mayo de 2014

Hoy me habló el cielo.

Hoy, el cielo azul de mayo, me preguntó que me queda de allá, de mi tierra, de Extremadura. Me preguntó, qué que me arraiga allí. Me preguntó si me seguía sintiendo de allí. Le contestó la suave brisa del oeste, cuando en primavera viene cargada de lluvia y de olor a tierra mojada. Le contestó una vieja encina, rugosa, altanera y orgullosa, con la experiencia de cientos de años en sus ramas. El contestó el agua tranquila del Guadiana. Le contestó una vega fértil, una llanura inmensa poblada de maizales infinitos en una calurosa tarde de verano. Le contestó la niebla gris del otoño, ciega y húmeda. Le contestó un pueblecito tranquilo, una vieja iglesia, una pequeña plaza, unas viejas calles, unas gentes, la blancura de las casas.
Le contesté yo mismo: "No puedo ser de ningún otro sitio, aunque no vaya nunca más, aunque me ausentara de allí toda la vida.
Una cigüeña, que en el cielo me pareció ver volar, quizá hacia mi tierra, le confirmó mis palabras al cielo. 

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