El viento del Norte sopla,
violento contra los campos,
matando a la Primavera,
y a la esperanza vejando.
Fría y triste esta la tarde,
con tristeza la ha quemado,
el despiadado Eolo,
que es amo cruel y malvado.
La tormenta se avecina,
mas allá de los collados.
Las gentes piden socorro,
a la faz de un Dios lejano.
De un Dios al que edifican,
templos de mármol dorado,
en vez de altares de piedra,
sencillos, en verdes prados.
Temeroso está el valle,
miedoso y acongojado,
quejoso y arrepentido,
de haber edificado,
con sangre, con oro y plata,
grandes colosos de barro.
Ahora el frío Norte sopla,
entre quejidos y llantos.
Ahora el pan se nos hurta,
y la mies se ha quemado,
tendida al sol del invierno,
que el dios Eolo ha creado.
¿Habrá tiempo para crear,
en medio del verde prado,
sencillas aras de piedra,
y no colosos aúreos?
¿Habrá tiempo para orar
al Dios sencillo y humano?.
Al que con nos convivía,
al que ahora añoramos.
Sopla el viento del norte,
frío, cruel y malvado.
Derribará nuestro oro,
nuestros ídolos de barro,
y miraremos al sur,
en busca de un verde prado,
donde edificar un ara,
de piedra y no de barro.
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