martes, 22 de marzo de 2011

Cómo casi todos los lunes.


Cómo pasaba casi todos los lunes, aquel era uno de tantos en los que el Flamingo's, a esa hora de la noche estaba casi vacío. Niceto, el propietario, cómo casi todos los lunes, se quejaba amárgamente: -¡Bah!. Lunes. ¡Que asco!. Parece que los lunes la gente no beba, no coma, no folle. ¡Mierda de lunes!-. Casi todos los lunes, Niceto filosofaba así.
Desde dentro de la barra, Salus, le oía sin escucharle, cómo casi todos los lunes. A su lado, su compañera Susi no paraba de intercambiar mensages vía móvil con su novio: Un chico uruguayo, fanático del culurismo, fanático del Peñarol, fanático del sexo, que casi todos los lunes, ponía la excusa del cansancio del primer día laboral de la semana, para no pasarse por el Flamingo's para ver a Susi. Los lunes, casi todos, el uruguayo no estaba para nadie y prefería quedarse en casa. Sus horarios no eran nada compatibles con los de Susi. Ella trasnochaba. El Madrugaba.
La vida de Susi era un cúmulo de encuentros y desencuentros amorosos, de rupturas y reconciliaciones. Salus andaba siempre por el medio como paño de lágrimas, cuando ella lo necesitaba. Casi siempre, después de hacer de esponja lacrimosa, Salus acababa en la cama con Susi. El suyo, era un juego a tres, muy curioso. A veces, Salus se sentía mal, después de haber sucumbido a la tentación de secar las lágrimas de su compañera, para acabar después encamado con ella. Salus sabía que días después, Susi volvería a reconciliarse con el uruguayo. Se sentía, a menudo, utilizado, como una servilleta de papel. En esas ocasiones, casi todos los lunes, confidecialmente, Niceto soltaba a Salus uno de sus refranes filosóficos, rebuscados en la herencia cultural mesetaria, del pueblo de la provincia de Ávila donde Niceto tubo a bien venir a éste valle de lágrimas: -Donde tengas la olla no metas la polla, chaval-. Niceto era todo filosofía. Ahora Susi volvía a estar de morros con el uruguayo. Era lunes, el Flamingo's no cerraría muy tarde, en comparación con otros días de la semana, irían a tomar una copa, ella le contaría su último desencuentro, lloraría, el la consolaría, acabarían en casa de él, en casa de ella, se acostarían, y a los tres o cuatro días, Susi acabaría volviendo con el uruguayo. No fallaba casi nunca.
Los lunes eran los días de los reproches paterno-filosóficos de Niceto. A Niceto le preocupaba el futuro de su camarero, de Salus. No comprendía cómo alguien con una carrera brillante cómo abogado, puediera acabar poniendo copas en su bar. Casi todos los lunes, la misma canción: que si espabila, chaval, que si estos trabajos son para un tiempo limitado, que si no comprendo como pudiste dejar tirada una carrera como la tuya, que si tu quisieras podrías estar riéndote del mundo. Decía, en plan coronel Truman, o en plan Miki, el entrenador de Rocky Balboa. La moralina le salía a Niceto por los poros. Pensaba Salus, que quizá era por haber visto tanto cine americano de los ochenta, en pleno final de la guerra fría. A pesar de sus frases filosófico-refraneras, Salus admiraba a aquel tipo delgado, cano y nervioso que era su jefe. Cuando ejercía la abogacía, en uno de aquellos famosos bufetes, conoció a compañeros de profesión de la edad de Niceto. La mayoría habían sido niños de papá que andaban todo el día presumiendo de las carreras delante de los grises en la universidad, en tiempos de Franco. Mientras ellos se divertían corriendo delante de los grises, un tipo que huía del pueblo hacia la ciudad, se abría camino arriesgándose a abrir un bar de copas sin más apoyo que el de su trabajo y sus ahorros. Si; admiraba a aquel manojo de nervios que tenía por jefe, pero admirarlo no significaba hacer caso de sus paternales consejos. Cuando Niceto lanzaba su batería de reproches, Salus, casi siempre, sabía como salir indemne de aquella charla:
-Mira, Niceto-, le decía, -tras acabar la carrera, trabajé como pasante en el prestigioso bufete de abogados, Solves & Matamoros, lawyers. Luego, entré a formar parte de Paniagua & Butifarrero, abogados. Allí estuve unos diez años, defendiendo a políticos corruptos, a comisionistas, a estafadores de guante blanco, a putas radio-televisivas, a chupapollas de alto copete, a comemierdas emperifollados. En resumen; en diez años estuve defendiendo, evitando, en definitiva que fueran a donde se merecían ir, esto es; a la carcel, a muchos de los hijos de puta del calibre noventa que día si, y día también, estan dando por el culo y pasándose por el arco del triunfo las leyes, que a ti; a mi o a Susi, no nos queda más cojones que cumplir, porque somos pobres. Símplemente me harté, lo dejé, me fui. Aquí, detrás de esta barra, sirviendo copas, soy feliz. Si alguien se propasa bebiendo tengo tu permiso para no servirle más y evitar que acabe borracho del todo y que acabe mal. Allí no tenía permiso para hacer nada más que sacarles las castañas del fuego a lo más podrido de esta sociedad. Además, aquí cuento con tu amistad, con la de Susi y con la de un montón de gente que viene a este bar a diario. ¿Te parece poco?-. Casi siempre, después de aquel sermón de Salus, Niceto se solía quedar sin palabras, sin argumentos. Sólo abría la boca para decir: -Cojonudo. Tu mismo-. Después su buscaba cualquier quehacer y se batía en retirada.
Después de aquel sermón, Susi se quedaba mirando a Salus y pensaba: "Que bien habla el jodío. El otro con la labia de éste o, éste con el cuerpo del otro; el hombre 10, fijo". Susi miraba con admiración mezclada con picardía a Salus, cómo casi todos los lunes. Salus miraba con picardía mezclada con amor a Susi. Lo hacía casi todos los lunes, pero a el le gustaría que ese "casi todos los lunes", se convirtieran en un "todos los días". Hasta entonces...

2 comentarios:

  1. :)

    Susi, el cuerpo no es eterno. A la vuelta de unos años, tendrás al mismo bobo con cuerpo de piltrafa.

    Salus, Salus... cuánta razón. Hay que disfrutar de lo que llena nuestras vidas (por cuestiones de tiempo, el trabajo), porque corremos el riesgo de convertirnos en amargados.

    Un relato simpático, con una moraleja muy sabia.

    Abrazos

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  2. Pues si. Y además de no fastidiar a nadie ni sacar las castañas del fuego a ningún indeseable, con nuestra profesión, ya seas abogado o camarero. Saludos y gracias.

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