Sembraron cardos y espinos,
y esperaron al verano;
cielo azul, calor temprano,
polvo eterno en los caminos,
que manchaba los destinos
del pueblo tranquilo y llano,
que esperaba obtener grano,
seda, algodones y linos.
Todo el trabajo fue en vano;
obtuvieron desatinos,
grandes cómo un altozano.
Los mansos y los cansinos,
airados alzan la mano,
torcer quieren sus caminos,
hacia veraces futuros,
fuera del ruin cortijo,
y sus derruidos muros.
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