miércoles, 19 de agosto de 2009

A una encina.




Manto verde que cubre los pechos
generosos de nuestra pródiga madre,
y la ensalzas en toda su belleza.
Eres tu, encina.

Pardo es tu cuerpo, como parda es
la tez de tus hermanos, a los que el
poeta cantaba, en su lengua parda,
pardas poesías.

Quiero, de ti, cerca estar en las tardes
de primavera, cuando la belleza
retorne a su morada, y quedarme
siempre contigo.

Quiero, bajo tus brazos, mirar a la
estrella del sur, que me saluda desde
el cielo de una noche de agosto,
y me protege.






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