lunes, 23 de noviembre de 2009

La Autodestrucción.

En medio de dorados campos,
de arcilla, sus pirámides
alzaron, los adoradores
del áureo dios de la molicie.

Tan eternos como el cordero
creyeron ser, mas modelada
de arcilla, como sus torres,
su soberbia cayó inerte.

Sus veloces caballos, pasto
no encontraron que llevarse a la
boca. Su oro, galopante
como el viento, desapareció

y se vino abajo con su dios
y su macabro credo, vano,
carente de toda humanidad,
agreste a la Madre Tierra.

Se acallaron sus músicas.
Sus macabras danzas, cesaron.
Desaparecieron ídolos,
en el fragor de su avaricia.

Sus oxidados cuerpos yacen,
quemados por el astro rey,
absorbidos por la natura,
contra la que hicieron la guerra.

Se desmoronaron sus torres.
Sus ídolos, su credo, su dios,
desaparecieron y fueron
pisoteados por los justos.

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