lunes, 20 de junio de 2011

Aquí yace...

Aquí yace enterrado mi ego.
Murió orgulloso de si mismo,
mirando al mundo por encima
del hombro.
Murió triste.
Nadie fue a su sepelio.
Su muerte no fue noticia.
Pasó desapercibida.
Ahora su alma, camina junto a mi,
en las noches calurosas de la
infancia del verano.
Intenta sin éxito atormentarme.

Aquí se confiesa un culpable de asesinato: Yo.
Maté a mi ego.
Como atenuante diré, que no paraba
de insistirme en que me dejara acariciar
por sus consejos, en que me dejara llevar
por su corriente, en que dejara mi voluntad
en sus manos.
Intentó, y casi lo consigue,
convertirme en su esclavo.
Intentó, y casi lo consigue,
que me ahogara en un vaso
de agua.

Ahora vivo tranquilo, sin ego.
Ya no soy el ombligo del mundo.
Compruebo que no sobrevivo sólo.
Compruebo que hay gente,
aún peor que mi persona.
Compruebo, con indiferencia, ahora,
que hay gente, aún mejor que mi persona.

Descanse en paz mi ego.

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