miércoles, 8 de junio de 2011

Embelesado.



Cada tarde, me quedo embelesado, mirando hacia el horizonte, hacia poniente, al sol que se va yendo, poco a poco. Como poco a poco, se va apagando su luz, como va feneciendo, poco a poco, dejando atrás las huellas rojizas y encendidas de su presencia. Me parece, siempre me lo pareció, el espectáculo más grande que hay encima de la tierra. Hay quien me pregunta, que por qué me quedo cada tarde, embelesado, viendo algo que va a volver a suceder mañana, viendo algo que ya sucedió en la tarde de ayer, viendo algo que sucede desde que el mundo es mundo, y que seguirá sucediendo, también, durante todos los días, hasta que deje de serlo.

A veces, de madrugada, me he despertado a tiempo para quedarme embelesado mirando hacia levante, como nace el nuevo sol. Como poco a poco va imponiendo su presencia en el limpio cielo de madrugada. Es el mismo sol que vi apagarse la tarde anterior que vuelve, por otro camino, o por el mismo, pero vuelve renovado, con más fuerza, más joven, dejando a su paso las mismas huellas rojizas y encendidas que cuando se fue, la tarde anterior. A mi me parece, también, siempre me lo ha parecido, el espectáculo más grande que hay encima de la tierra. Hay quien me pregunta por qué pierdo el tiempo, embelesado, viendo algo que va a volver a suceder mañana, viendo algo que ya sucedió en el amanecer del día anterior, viendo algo que sucede desde que el mundo es mundo, y que seguirá sucediendo, también, durante todos los días, hasta que deje de serlo.

Yo, les contesto a todos ellos, que cuando yo no esté, esto seguirá pasando. Seguirá saliendo el sol cada mañana. Continuará yéndose cada tarde, Por eso cada día me quedo embelesado viendo el sol, irse o venir. Por eso no me canso nunca de ver el espectáculo más grande que hay encima de la tierra: Por que quizá, esa, puede ser la última vez que lo vea.

Dice el sabio proverbio que no apreciamos lo que tenemos hasta que nos falta.

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