viernes, 17 de febrero de 2012

La asistenta y el Feng Shui.


Juani salió de su, ya antiguo trabajo preguntándose como iba a hacer para llegar a final de mes, con un marido en paro, y cuatro bocas que alimentar en casa, ahora que a ella también la habían despedido. "Lo siento, Juani, pero no se vende nada y comprenderás que en esta situación nosotros no podemos mantener un empleado", le había dicho doña Asunción, la dueña de la tienda. Había trabajado en aquella tienda de ropa, desde hacía 10 años. Era una tienda de barrio, de las de toda la vida, con una clientela fija, de gente mayor, para los que las grandes superficies y los outlets ofrecían una ropa demasiado sotisficada. Por ello se había ido manteniendo, pero aún así, la crisis había atacado a todo el mundo y ellos no iban a ser menos.
Pasaron los días y Juani no se desesperó. Cuando dejaba a sus hijos más pequeños en el colegio, salía armada con una carpeta repleta de currículos que iba dejando acá y acullá. Pero fue su amiga Pili la que le abrió los ojos. "Oye, porque no trabajas de asistenta en una casa. Ahora mismo es lo único seguro para alguien como nosotras que nos acercamos a los cincuenta", le dijo. Tenía razón. Juani era una fenomenal cocinera, y total, sería trabajo doméstico; cocinar, lavar, planchar, limpiar. Algo que ella tenía que hacer a diario, pues Darío, su marido, a pesar de estar en paro, era un inútil para esas tareas y no la ayudaba nada. Así pues se decidió y empezó a mirar anunciós. Tras rechazar algunas ofertas de empleo, unas por el sueldo, otras porque buscaban una interna y ella no podía faltar de su casa, se decidió por una en concreto que le prometía buen sueldo, horario de mañana y de lunes a viernes. Así pues, se decidió a llamar y concertó la entrevista para el día siguiente.
Y dicho y hecho, al día siguiente, por la mañana, temprano, estaba en la casa para entrevistarse con su futura empleadora, si es que llegaban a un acuerdo. Por el teléfono le pareció a Juani que su interlocutora era una persona joven. Mejor, pensó, no quería dar con una vieja chocha, caprichosa y maniática que estuviera todo el día detras de ella. El lugar donde estaba la casa, estaba muy bien situado en uno de los barrios más lujosos de la capital. Esto también animó a Juani. Pensaba que igual sus futuros jefes eran hasta famosos, porque en aquel barrio había escuchado ella que vivía infinidad de gente famosa: Futbolistas, cantantes, empresarios, modelos...
Una vez dentro, la impresión que la casa provocó en Juani no fue mala. Muy cuidada, muy limpia; eso si, muy moderna, con unos muebles muy vanguardistas para su gusto. Su futura jefa, efectivamente era joven, aunque daba la impresión de ser algo estirada. Al fin y al cabo, imaginaba que la gente rica como era aquella, podía permitirse ser todo lo estirada que quisiera. No acudió nadie del servicio a recibirla y aquello extrañó algo a Juani. Fue la misma señora la que la recibió en la puerta y la hizo pasar hasta una espaciosa cocina y la invitó a sentarse. La señora era alta y rubia, con unas piernas muy largas, iba muy arreglada y gozaba de una complexión excesivamente delgada, fruto de muchas sin duda de muchas horas de gimnasio y de alguna dieta muy rigurosa, pensó. Tras algunos momentos de comentarios sobre el tiempo, y sobre la tardanza de los autobuses en llegar hasta aquel barrio, la señora de la casa fue al grano: "Bueno verás, en principio te tendremos un mes a prueba y si nos convences, te haremos incluso un contrato y te daremos de alta en la Seguridad Social. Nosotros no es que seamos muy exigentes, pero mi marido, mi hijo y yo, tenemos un estilo de vida un poco peculiar, visto desde el punto de vista ajeno, claro, pero nada difícil de entender, una vez te hayas hecho a nosotros. Si tienes la bondad de acompañarme, te voy enseñando la casa y te voy explicando lo que queremos exactamente de ti". Así lo hicieron y fueron paseando por toda la casa, la señora indicando a Juani lo que tenía y no tenía que hacer y enseñándole uno por uno, los rincones de aquella exageración de casa. Primero fueron al salón. Un salón grande, espacioso, con unos ventanales enormes que daban a un enorme jardín. "Mira este es el salón. Si observas el parquet, al pie de los muebles, verás que hay dibujada una linea blanca" Juani advirtió que así era. "Eso linea no está ahí por capricho, ni es que el parqué esté rayado, ni nada por el estilo. Esa linea está ahí para marcar exactamente cual debe de ser la posición del mueble, y que el mismo no puede traspasar esa linea, ¿entiendes?". La mujer miró a Juani y esta asintió con la cabeza. "¿Sabes lo que es el Feng Shui?" Juani dijo que no lo sabía. "El Feng Shui, es una técnica milenaria china, por la cual todo en la casa tiene que estar en equilibrio. Esto se consigue con la orientación adecuada de, la casa, por ejemplo y, dentro de la casa, de todo el mobiliario interior, así como el del exterior más cercano. Por tanto, cuando limpies y muevas un mueble, una silla, un sillón el sofá o una mesa, al terminar, todo debe quedar tal y como lo encontraste. Las cortinas, no están así, entreabiertas por capricho, las cortinas están así por la misma razón, por el Feng Shui, ¿me entiendes?. Sígueme; vamos al recibidor" El recibidor era también grande y espacioso. Juani pensó que era más grande el recibidor que el salón de su casa. La mujer siguió explicándose: "Ves esta mesita y las figuras que hay en ella", apuntó la señora hacia una pequeña mesita que había con un espejo, en la cual había algunas figurillas de porcelana. "Bien, pues las figuras no están situadas así por casualidad, ni por capricho, están situadas así siguiendo el patrón que te he indicado en el salón, así que cuando vayas a limpiar esta mesa o cualquier otra de la casa que contenga alguna figura o algún jarrón, te pido que le saques una fotografía con el móvil para recordar exactamente como estaban antes y así puedas volver a colocarlas tal cual". Juani, poco a poco, se preguntaba si no había ido a parar a una casa un poco extravagante, y que otras rarezas le pediría la señora. Esta continuó: "Los martes y los jueves, viene a casa mi profesor de yoga, con lo cual tiene que haber silencio absoluto, nada de aspiradoras ese día y nada de ruidos. Ni uno. ¿Me entiendes? Esos dos días te las tienes que arreglar para trabajar sin hacer ni el más mínimo ruido" Antes de que Juani pudiera decir nada, la señora había partido rumbo otra vez a la cocina. "Mira, aquí hay una lista con el menú diario. Aquí tienes señalados todos los días de la semana y lo que nos prepararas cada día. Comprobarás que todo los platos del menú de cada día son de cocina asiática, pues en esta casa no comemos otra cosa. Así que si comes aquí, deberás ceñirte a esta circunstancia y si traes de tu casa algo de comer, te agradeceríamos que no lo comas aquí y lo hagas fuera, una vez hayas terminado tu trabajo, claro está. Estas dos cuestiones, las del ruido y las de la comida, son muy importantes, importantísimas, así que te rogaría que no te las saltes por nada del mundo. Tu horario será de ocho de la mañana a tres de la tarde, de lunes a viernes. Se puntual, mi marido y yo no soportamos a las personas impuntuales. Tu salario será de ochocientos euros al mes, con dos pagas extraordinarias al año por julio y Navidad. ¿Alguna pregunta?" Juani pensó que le convenía el trabajo. Quizá, sus nuevos jefes fueran un poco "especiales", pero tal y como estaban los tiempos, rechazar un trabajo así no era lógico y que lo de la cocina asiática, bueno eso lo arreglaría diciéndole a su hijo que le sacara las recetas por Internet y así aprendería. Así pues dio su conformidad a la señora y quedaron en que empezaría a trabajar el lunes de la siguiente semana.
Llegó el lunes y Juani empezó. Y pasaron el martes y el miércoles y, antes de que acabara la semana, se estaba arrepintiendo de haber empezado a trabajar en aquella casa. El martes vino el profesor de yoga, como había anunciado la señora y a Juani no se le ocurrió nada mejor que poner la aspiradora, con la consiguiente bronca. Y es que en aquella casa no es que no soportaran el ruido, no; es que tenía que estar todo en el más absoluto de los silencios los días de yoga. Como los muebles pesaban lo suyo, después de moverlos, a veces Juani no se fijaba si los había dejado alineados como la señora le había dicho y como mandaban lo cánones del Feng Shui que tenían que estar alneados, para dejar fuera las malas vibraciones, así que cuando la señora se dio cuenta de ello, le entró un ataque de histeria. Estos, los ataques de histeria, de la señora contra Juani, ocurrían un día si y otro también. Cuando no era por los muebles, era por las cortinas, o por el baño, o por cualquier nimiedad en aquella casa en la que todo estaba marcado en el suelo y tenía que respetarse la situación de las cosas al milímetro. Con la comida fue otra batalla más con la que tuvo que lidiar, pues los señores se quejaban de que este o aquel plato, no los había preparado bien, y que no sabían a lo que ellos le habían pedido. Así pasó que los señores decidieron que sería mejor comer fuera y pagar a Juani un curso intensivo de cocina asiática y otro de Feng Shui.
No había terminado el mes de prueba cuando Juani había decidido poner tierra de por medio y largarse de allí. Así que empezó a buscar una nueva casa y decidió que, terminado el mes, o incluso antes, daría por terminada su relación con aquella familia de locos. Encontró una nueva casa en la que trabajar: La de un matrimonio mayor, él, notario jubilado, ella, señora de buena familia, con todos los hijos casados, y viviendo solos en un piso de ciento veinte metros cuadrados, en uno de los barrios de boato de la ciudad. En la entrevista y, vista la experiencia que estaba viviendo, Juani, no sin pedir excusas antes, se atrevió a preguntar a la señora si ellos no practicarían por casualidad algo llamado "Fin Suí", que venía de Asia y que no te deja hacer ruido, que tiene alineados los muebles de la casa al milímetro y marcados con una linea y que fuera de esa linea estaban, fuera, los malos espíritus. Ante la extrañeza de la buena mujer, Juani tuvo que contarle su experiencia con pelos y señales. La señora comprendió y dijo a Juani: "Ah, no hija. Aquí de rarezas nada. A mi me gustan las cosas bien hechas y la limpieza. Por lo demás, no soy demasiado exigente, si acaso con la puntualidad y la pulcritud. Aquí comemos todos los días a la misma hora y, eso si, a la española, nada de rarezas ni de platos exóticos. Aquí se come; cocido, paella, fabada y lo que se tercie". Se dio Juani por satisfecha con la explicación de la mujer y quedó con ella en empezar a la semana siguiente. Al día siguiente anunciaría a sus jefes actuales que los dejaba.
No hizo falta anunciar nada. Cuando Juani acudió al día siguiente a su puesto de trabajo, se encontró a la señora en compañía de una chica con rasgos asiáticos. "Esta es Su; tu sustituta", se limitó a decirle. "Lo siento Juani, pero no has pasado la prueba. Mi marido y yo hemos decidido prescindir de ti y contratar a una persona asiática. Su, es de Laos y conoce bien lo que es el Feng Shui y la comida asiática. Por supuesto, te vamos a pagar esta mes que has estado con nosotros y medio mes más para que te arregles hasta que encuentres algo" Juani decidió no decir nada de su nuevo trabajo y que ya ella tenía pensado dejarles y, se limitó a echar alguna lágrima y decir lo mucho que lo sentía, que les había cogido cariño a pesar de todo. Pero cuando ese día dejó atrás la casa de sus tormentos, no dio un salto y un grito de alegría porque no la tomaran por loca.
Empezó a trabajar Juani en la casa del notario jubilado y las cosas le empezaron a ir bien. Sus jefes, el matrimonio mayor, eran exigentes, pero, poco a poco se los fue ganando por el estómago, pues les hizo varias demostraciones de la cocina patria, que contó con grandes felicitaciones por parte de sus empleadores. Además Juani les tenía la casa y a ellos, siempre, como los chorros del oro. Fue pasando el tiempo y Juani se fue olvidando de su experiencia con el matrimonio joven, el Feng Shui, la cocina asiática y todas las demás rarezas, hasta que un día volviendo a casa en el autobús, ojeando un periódico que su compañero de asiento se había dejado, pudo leer en las páginas de local, un artículo referente a la ola de asaltos a chalets en el barrio donde vivían sus antiguos jefes. En una foto en la parte superior de la página, se podía ver a su antigua señora y a la criada asiática llorando a lágrima viva, mientras el marido, visiblemente alterado, hablaba con un agente de policía. Al parecer el suyo había sido el último chalet asaltado, y los ladrones, aparte de haber desvalijado la casa, lo habían quedado todo hecho un cristo. Juani sonrió y pensó si habrían sido las malas vibraciones fruto de la mala alineación de los muebles mientras ella trabajó allí, o simplemente, había sido que los ladrones no entendían de malas vibraciones ni de chaladuras.

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