jueves, 23 de febrero de 2012

Un tesoro.



Y es mi tesoro el sol dorado,
el cielo azul inmenso del verano,
las blancas casas de mi pueblo blanco,
y el calor del hogar bajo los tejados.
Soy rico;
en invernales campos nevados,
en aguas cristalinas en el remanso,
en poderosas águilas volando,
y en los verdes campos que ya anuncian marzo.
Mi heredad son los viejos campanarios
de mi tierra,
que de aquí a poco estará velando,
a Jesús en la cruz, martirizado.
Los que tras de mi vengan;
heredarán tórridos veranos,
el olor de mi infancia
a vega y campo,
la frente sudada del hombre honrado
y las tranquilas horas del ocaso.

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