Dejé la infancia olvidada,
en la orilla del camino,
camino de mi destino,
destino hacia la nada.
Mi vieja casa encalada,
tardes de olor a pino,
mocedad de fiesta y vino
y madurez emigrada.
¡Ay, que triste es la nostalgia!
Cuando van apareciendo
las temidísimas canas.
Quién pudiera hacer magia,
poder ir retrocediendo,
hasta las primeras nanas.
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