viernes, 1 de junio de 2012

Atardecer en la ciudad.






Y vuelan;
vuelan las golondrinas,
en la tarde serena.
Y cantan,
con su aguda voz,
a la primavera.
Y ríen,
en sus juegos imposibles; y vuelan,
mientras llega la noche,
vuelan.
Y se recogerán cuando
el murciélago salga de su cueva,
y el manto oscuro de la noche,
se cubra de estrellas,
y oculte los tejados de la ciudad,
y su mar de antenas,
y los bloques de ladrillo rojo
enciendan sus velas,
y la ciudad se calme,
y se duerma,
y sino se duerme,
que se calme solamente,
en esta noche de luna llena.
Aquí, en mi cubil, sudando,
ventana abierta,
sin que de precedente sirva,
disfruto de la paz vespertina
de la ciudad, normalmente inquieta.
Calma chicha,
antes de la noche plena,
mesa con cuartilla,
te y menta,
ventana;
abierta,
sudando,
golondrinas que vuelan.

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