domingo, 17 de junio de 2012

Los oasis de la ciudad.

 Como todo medio agresivo, la ciudad, la gran ciudad, también tiene sus oasis. Verdes, poblados de centenarios árboles, postales de cuento de hadas, floridos jardines bíblicos, donde el habitante de la ciudad se puede acoger, de cuando en cuando, para reponer las fuerzas del espíritu.
Los grandes parques de las grandes ciudades; microcosmos, submundo maravilloso, rincones del arte, de lo etéreo, recordatorios de la vinculación del hombre con la naturaleza, museos vegetales. Castaños, pinos, abetos, olivos, encinas, rosaledas luminosas y floridas, sustanciosas y bellas, estanques monumentales habitados por personajes petrificados, los cuales, el soñador y el poeta, tiende a imaginarlos tomando vida, cuando el bullicio de las numerosas gentes de la ciudad, a la caída del sol, abandonen el oasis y encaminen sus pasos a la realidad cotidiana de sus casas, en el desierto agresor de la gran ciudad.
Ninfas, ángeles caídos, literatos, reyes, princesas de cuentos de hadas, seres insignes o insignificantes, representativos del ayer, recuperados por la memoria colectiva, grabados en mármoles y granitos, inmortalizados en el mejor posible de los escenarios.
Sonido de aguas tranquilas, niños que juegan, perros que corren y ladran, jóvenes que toman el sol bronco de junio en el atardecer azul e inmenso, ancianos sentados en bancos, consumiendo los últimos rayos del sol de su vida, e imaginando el cielo como un inmenso parque, un inmenso oasis, cristalino y verde, de árboles centenarios, de fuentes, de seres de otras épocas inmortalizados en piedra, o en alma, de vida placentera, de paz, de tregua, de vida.
La vida camina tranquila por aquí, sin querer ni tener nada que ver con la ciudad frontera, que se ve como ese desierto de ardiente arena que se ha de cruzar, sino hoy, mañana. Mientras, el urbanita disfruta del oasis, espera, se relaja, duerme sobre su fresca hierba y sueña, que su vida transcurre siempre allí, en ese templo a la naturaleza, en ese medio agreste, ajeno a la gran ciudad, a la que ahora se siente ajeno.

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