lunes, 24 de septiembre de 2012

La ciudad clonada.



Moles de hormigón y cristal brillando al sol tibio del atardecer, venas de alquitrán. Es Babilonia, Babel, Nueva York clonadas. Vista desde la distancia, la ciudad parece un monstruo mitológico que elevara sus garras hacia el firmamento, un monstruo mitológico que espera para entrar en singular batalla con un guerrero mitológico.
Prisas, precipitaciones, pasos perdidos, ida y venida impenitente e incansable. Alguien, un poeta callejero, canta guitarra en mano, poniendo una nota de humanidad a cambio de unas pocas monedas. Es curioso que la ciudad moderna, todavía tenga poetas que le canten, que le echen flores, siendo tan impersonal, tan dura, tan dinámica, tan perfecta, tan inhumana.
Aquí todo se compra. Aquí todo se vende y se cambia; y todo renace y vuelve a morir, y a renacer una vez más, a velocidades vertiginosas. Se como por comer, se duerme por dormir, se ama por amar. El día es día, y la noche, también es día. El que resbala y cae al abismo, cae para siempre, es irrecuperable. Aquí la gloria es gloria pasajera, y el infierno es perpetuo. La inocencia es pecad mortal en la ciudad moderna. Todo el mundo está harto, pero nadie abandona.
La ciudad, aquí funciona a sonido de silbato, a cierre de puerta, a chirriar de ruedas, a avance de escalera mecánica. Babilonia, Babel, Nueva York, clonadas, repetidas, reiteradas, de dosis de incertidumbre y desenfreno, hasta que un día Natura diga; ¡Basta!, y el monstruo mitológico se hunda por si mismo o a manos de un mitológico guerrero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario