sábado, 29 de diciembre de 2012

El Paseo.

Paseo por el camino de la tarde gris, acompañado por los chopos dormidos y desnudos, descarnados en el invierno. Los pensamientos se ahogan dentro de mí y pujan por salir en tropel, a respirar el aire frío y limpio de la tarde. El sol, huidizo, es el gran ausente a la cita y no hace acto de presencia, no se ha dignado salir en todo el día, temeroso quizá, o quizá prezoso o huidizo. La neblina pronto empezará a adueñarse del paisaje que mis ojos disfrutan, y solo espera a que la noche temprana reclame su sitio, para reclamar ella a su vez un sitio privilegiado junto a la noche, y baje junto a ella desde los senderos serpenteantes de la sierra.
La tarde huele a leña quemada, a café caliente, a castañas asadas, a humedad, a barro, a frio glacial, a hojas secas. La ciudad cercana, poco a poco empieza a encender sus luces.
Quizá vaya siendo hora de volver, me pregunto, mientras dos pequeños gorriones, resistentes valientes al frío, revolotean tras mis pasos.

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