miércoles, 20 de marzo de 2013

Una profesión de riesgo.

Márquez abrió los ojos. Su vista pronto se fue acostumbrando a la claridad que desprendía e fluorescente que tenía encima de él. ¿Dónde estaba? ¿Qué hacía allí? ¿Por qué? Poco a poco se fue dando cuenta de que estaba en la sala de urgencias de un hospital. Empezaba a recordar, si, todo había empezado por la mañana. La rutina de siempre. Hoy tocaban dos desahucios. Márquez se dirigió al coche en compañía del juez y de la procuradora. El cerrajero los esperaba en el piso, con la pareja de la policía y el representante de la entidad bancaria. Todo según el reglamento. Llegaron al portal, tocaron el botón del 1º C del portero automático. Nadie contesta. Tocaron el botón del 1ª A. Contesta una voz de mujer. "Buenos días señora, somos del juzgado número....Veníamos por....bueno necesitamos ver a la persona que vive en el 1º C....estamos llamando....nadie contesta....¿Tendría la bondad de abrirnos?...Gracias...Buenos días"
Márquez, la procuradora y el juez suben en el ascensor. Los policías y el director del banco por las escaleras. El juez toca el timbre del 1º C, una, dos, tres veces. Nada. Nadie responde. "El cerrajero, ¿Donde está el cerrajero?" Nadie lo sabe. "Márquez, llame al cerrajero, que me huelo que el pájaro no está en el nido y va a tener que abrirnos él" Márquez,diligente, llama al cerrajero, habla con él e informa; "Qué viene de camino, Señoría. El tráfico, ya sabe" Pasan diez minutos, veinte. Llega el cerrajero. "Perdonen la tardanza, el tráfico, ya saben" "Si, si; ya sabemos. Proceda a abrir la puerta". El cerrajero abre la puerta, la operación lleva su tiempo. "Es una buena puerta esta, a prueba de cacos, pero no de desahucios" comenta el cerrajero divertido. Nadie le ríe la gracia y el juez lo mira molesto. Pasan cinco minutos, diez. Por fin la puerta cede, se abre. El cerrajero se aparta, el primero que entra es el juez, seguido de Márquez. "Dios, no, otra vez no" exclama Márquez al que le entran arcadas, tiene ganas de vomitar, pero no puede. Van entrando todos al piso. Todos quedan impresionados ante la imagen del hombre, pendiendo de una soga atada a la biga del techo, colgado. Hay una silla tirada en el suelo, una silla que ha servido de plataforma mortal al hombre. Debajo de la figura colgada el suelo esta húmedo, hay un pequeño charco, es pis. Márquez se lleva las manos al pecho, no puede respirar, se ahoga. Unos de los policías le afloja el nudo de la corbata. "Es un infarto, Dios mío", grita la procuradora. "No, es un ataque de ansiedad", informa el juez, "Es el segundo desahucio al que vamos con un suicida de por medio. El mes pasado fuimos a uno, cerca de aquí, y el desahuciado se tiró por la ventana, en el momento en que llamábamos al timbre del portero. Un poco más y nos cae encima. Al señor Márquez le dio entonces un ataque de ansiedad, como ahora". El juez se agachó y tocó la el cuello de Márquez, mientras este quedaba inconsciente. "Llame a una ambulancia", ordenó a uno de los agentes de la policía. Pasaron diez, quince minutos. Márquez alterna momentos de quietud con momentos de nerviosismo, momentos de inconsciencia con momentos de lucidez. A veces se intenta incorporar mediante espasmos y los dos policías tienen que hacer grandes esfuerzos para sujetarlo. Dos miembros del SAMUR hacen acto de presencia. Le inyectan algo, un tranquilizante, cuando empieza a sufrir los efectos de un nuevo ataque de nervios. Poco a poco el cuerpo de Márquez empieza a quedar quieto, tranquilo. "Ahora dormirá", informa el médico. Sacaron a Márquez de allí en una camilla y lo montaron en una ambulancia, mientras el otro juez, hacía acto de presencia en el 1º C, para levantar el cadáver del suicida que se había colgado de la viga del salón de la que había sido su casa, hasta esta misma mañana.
Alguien toca el hombro de Márquez; este se sobresalta. Es la procuradora. "Te han estado haciendo unas pruebas. La doctora dice que has sufrido un ataque agudo de ansiedad; nada grave, pero que necesitas descansar. He llamado a tu mujer. Está de camino" Márquez intenta incorporarse, pero todo le da vueltas, así que desiste. "Tranquilo; toma, bebe un poco de agua, te hará bien". La mujer le sirve agua en un vaso de plástico, de los de usar y tirar. Márquez bebe, tiene mucha sed. "Tranquilo, ya pasó todo". Márquez la mira e intenta esbozar una sonrisa. Márquez piensa en la vez que aprobó las oposiciones para secretario del juzgado, en los proyectos que hizo con la que entonces era su novia. El trabajar en un juzgado de lo civil le daba tranquilidad, o al menos eso era lo que pensaba antes. Ahora había gente que se suicidaba cuando le notificaban que le iban a embargar su casa por impago. Márquez no comprendía como la gente podía afectarle tanto aquello, hasta llegar al punto de quitarse la vida. Ahora lo comprendía todo, comprendía que a aquella gente le había costado mucho pagar aquellas cuatro paredes, tanto, que estaban dispuestos a morir en el empeño. "Duerma, Márquez. Descanse. Ya pasó todo", insistió la mujer. "No; ahora es cuando la pesadilla acaba de empezar para mí", contestó él, cerrando los ojos e intentando dejar la mente en blanco.  

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