sábado, 20 de junio de 2015

Cómo éramos...

Qué jóvenes éramos entonces,
cuando andábamos titubeantes en el principio
del camino.
Qué audaces éramos entonces,
cuando todo el mar era sal,
todo el monte era orégano,
toda la vida era camino por andar,
toda la noche sueño,
toda la tarde siesta.
Qué bellos éramos entonces,
cuando la luz de la juventud
nos bañaba,
cuando libábamos polen en las más
tiernas flores,
cuando la fuerza y el espíritu eran amigos.
Qué listos éramos entonces,
cuando el mundo se nos antojaba trasnochado,
y aspirábamos a sobrepasar a los que nos antecedieron,
saltar muros, romper fronteras, cortar alambradas,
limar rejas.
Qué ingenuos.
Qué fugaz es la vida.

He andado medio camino, y ya estoy cansado.
No todo el monte es orégano,
ni todo el mar es sal,
ni toda la noche sueño,
ni toda la tarde siesta.
La juventud se ha apagado,
y las flores las liban otros.
Cada día que pasa, me noto más cansado,
para saltar muros, para romper fronteras,
para cortar alambradas y limar rejas.

Eso es lo que pasa cuando se desperdicia la vida:
que vienen los remordimientos;
me dicen mis propios pensamientos...

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